El orgullo tiende a tocarnos a todos al compararnos con los demás o al desempeñarnos para sentirnos superior a otros. El orgullo infecta nuestra visión y distorsiona la realidad. En este mensaje, Jorge Cota analiza la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos. En esta parábola, Jesús nos advierte contra el orgullo espiritual que se esconde dentro de nosotros.
El Perdonado Perdona | Mateo 18:21-35 |
La Adoración Al Yo | Lucas 18:9-14 |
En Tierra Buena | Mateo 13:1-9 |
Cumpliendo con un Conjunto de Reglas | Lucas 15:25-32 |
El padre que perdona y sus dos hijos perdidos: el hijo pródigo | Lucas 15:1-32 |
Edificados diferente | Mateo 7:24-27 |
Cómo entrar al cielo | Lucas 10:25-37 |
Tu mejor verano con Jesús | Mateo 13:44-46 |
Esta parábola nos sirve como un gran recordatorio de que el evangelio de Jesucristo no se trata de vivir una vida a la que respondemos cumpliendo con un conjunto de reglas para ganarnos el favor de Dios; todo lo contrario, se trata de la motivación de nuestro corazón. ¿Estás viviendo una vida plenamente entregada a Aquel que te ama porque ya sabes que eres aceptado, o sientes que te has ganado el amor de Dios cumpliendo con un conjunto de las reglas o discíplinas espirituales?
Jesús nos advierte contra el orgullo espiritual (Lucas 18:9-14)
En Lucas 18:9, Jesús les habla a aquellos que se dan baños de pureza y menosprecian a los demás. Confían en sus buenas obras y, como se sienten bien consigo mismos, descalifican y desprecian a los demás con arrogancia.
En esta parábola vemos el contraste entre el fariseo y el cobrador de impuestos. Cada uno tenía una posición, postura y plegarías muy diferentes; los fariseos eran respetados mientras que los recaudadores de impuestos eran despreciados (Lucas 18:10).
En sus oraciones, el fariseo es el centro de su propia oración, mientras que el cobrador de impuestos avergonzado, cabizbajo, consiciente de su miseria espirtual le ruega a Dios que lo perdone.
El punto principal de esta parábola es que los que se exaltan serán humillados, y los ques se humillan serán exaltados.
Jesucristo ha ganado la victoria sobre el pecado y la muerte; ninguno de nosotros puede jactarse o confiar en su propia justicia.
El orgullo espiritual nos ciega de la verdad
El orgullo nos ciega de la verdad acerca de Dios. No tenemos que esforzarnos para mantener, ganarnos el amor de Dios; respondemos con gratitud porque Él nos ama y ha hecho todo por nosotros.
El orgullo nos ciega de la verdad sobre nosotros mismos. El orgullo espiritual nos lleva a racionalizar, justificar y minimizar nuestros pecados.
El orgullo nos ciega de la verdad sobre los demás. El orgullo espiritual nos impedirá ver cómo lastimamos a los demás al sentirnos superiores.
Debemos tener fuertes convicciones bíblicas, pero deben estar revestidas de humildad.
El evangelio de Jesucristo nos expone y nos libera de la esclavitud del orgullo espiritual
No hay nada que podamos hacer para que Dios nos ame más, y no hay nada que podamos dejar de hacer para que nos ame menos.
El evangelio es una “piedra de tropiezo” porque ofende el orgullo dentro de nosotros. A menudo reconocemos el orgullo en los demás, pero no lo vemos dentro de nosotros mismos.